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giosa. ¡Bendito sea Dios que me lo quitó para to– marme por suya!» (fº 266v). Volvió bajo los cuidados de Apolonia. «Me ama– ba con terrible amor -escribe, recordándola con gratitud-, y todo el lugar juntamente, del cual era yo la alegría y entretenimiento.» Crecía la huerfani– ta sana y bella, candorosa y muy despierta. Y tan amante de la verdad que, en diciendo ella una cosa, no había que dudar. «Me sucedió -dice- estar un día indispuesta por sólo no creerme en una cosa que me preguntaron.» «Mis entretenimientos -prosigue- eran jugar con pájaros, los cuales tenía en abundancia y muy hermosos, y con las aves del cielo. Y, a las tardes, tomar la fresca con la luna, saliendo a lugares solos de mucha arboleda. Una vez pedí al ama me llevase a algún monte, y holgué mucho de ver tantos árbo– les y tan altos como son los pinos, y quedé muy gus– tosa de aquella salida y vista y de la soledad.» Frisaba en los siete años, cuando un día le dio por comer almendrillas verdes -sin duda las llama– das comúnmente «amargas», que son venenosas-; se puso tan mala, que todos la dieron por muerta, y aun se hicieron los preparativos para el entierro. Ella, en sus memorias, atribuye reiteradamente a la intercesión de la madre Angela Serafina el haber vuelto a la vida, y refiere haber oído de labios de la misma venerada fundadora que ésta, en el rapto tenido en aquella ocasión, vio el alma, separada del cuerpo, en los brazos de la Virgen María 3 • 3 Escritos, ["° 18v, 29v-30r, 55r, 267v-268v; L. I. ZEVALLOS, Vida, 7-9. No deja de extrañar el que Isabel Astorch, en la vida de la madre Angela Serafina, no mencione el milagro de Ia «resurrección» de su hermanita, siendo así que acu– mula cuantos hechos prodigiosos pueden acreditar la san– tidad de la fundadora; así al menos en el texto que nos ha llegado a través del padre Fons. 15

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