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que supo el tiempo y hora en que Cristo resucitó)>, Después de referir lo que experimentó en su cora– zón, en tal momento, el año 1647, enumera los efec– tos que le quedaron: «Gozo del triunfo y victoria de mi divino Señor, estimación de las verdades de nuestra santa fe y de verme hija de mi madre la Igle– sia, cuyos misterios hago mis fiadores para con Cristo, que los obró, y a Cristo para con el eterno Padre, en fuerza y unión del Es,píritu divino, amor de entrambos » (f 0 175v) . A veces, meditando en la pasión. nota que sus sentimientos de compasión y de tristeza por el Se– ñor doliente se cambian en regocijo por la glori a de la resurrección: el Cristo que ella ama es siem– pre el Salvador victorioso (fº 74v). Cada domingo la introduce en el clima festivo de la resurrección como misterio actual y perenne. En uno de ellos, el 7 de octubre de 1646, al rezo de Prima , se le llenó el alma de un gran júbilo por la «solemnidad de la fiesta, experimentando la asis– tencia de Cristo resucitado, como si realmente fuera la misma de su Resurrección». Todo su espíritu se rejuveneció, «y hasta mi cuerpo -dice- experi– mentó un modo de ligereza cual la tenía en la edad de moza». En medio de un verdadero arrobamiento, estaba «en silencio, diciendo y no diciendo pala– bras : Dios .. ., vida ... , diem festum ... , eterno Reden· t•or . .. , ¡oh qué dicha! y otras aspiraciones» (fº 169r). También la fiesta de Pentecostés era para ella algo permanente. Sus propias luces de contempla– ción las recibía como auténtico cumplimiento de la promesa de Jesús: El Espíritu Santo, que el Padre os enviará en mi nombre, os enseñará y os sugerirá todo (In 14,26). «Se me dio -anota- inteligencia sobrenatural de que se cumplía en mí lo que obró 180

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