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se cumpla, supliendo la deficiencia de la que omitió su deber 10 • Cierto día, durante la recreación -refiere ella misma-, le cogió el sueño, achaque nada extraño a cierta edad. La conversación de las hermanas, con la vivacidad de la juventud, debió de descender de tono, y le oyeron decir soñando: - ¡Eso no es espíritu! Después, «por donaire», le solían remedar: - ¡Madre, eso no es espíritu! (ifº 239r). Su solicitud por cada una era ahora más entra· ñable, se sentía más madre, pero sin ceder a un maternalismo empalagoso. Era un sentimiento le· gítimo que, como siempre, encontraba eco en los textos inspirados. El día uno de enero de 1651, al recitar la oración de la fiesta, que habla de la vir· ginidad fecunda de María, perdbió en su interior, junto con una luz infusa sobre ese misterio de la Virgen-Madre, una voz que le decía: -Tú participas de esa gracia, por haberme con· sagrado tu virginidad: pues por esto tienes tantas hijas. «Entendí esto -añade- por todas mis hijas re· ligiosas, así de éste como de los demás conventos, el de Zaragoza y las fundadoras de Huesca. Gozóse mi alma íntimamente, no tanto por el engendra· miento espiritual de mis hijas, cuanto por haberme consagrado a mi divino Esposo Cristo. ¡Acreciente esa fecundidad mi divino Señor por su misericor· dia! » Cf° 81v). No faltaban momentos de pesaduJUbre, debido a las «penas y cuidados» que le ocasionaba el car· go. Refiere en sus apuntes de 1650: 'º Traslado, fº 46v. 174

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