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«haciendo una labor de manos, que era urdir unos cordones para tejerlos -refiere-; era fuerza ca– minar de una parte a otra de la quadra (sala de labor), en la cual estaban todas las religiosas. Me· ausenté tanto de ellas en mi sentido interior, que parecía entre ellas y mí una cortina. Andaba yo muy ocupada en urdir mis cordones ... , pero el alma caminaba más aprisa a la unión con Dios». Y se sintió pasar de la compañía de las hermanas a la de los santos de su consistorio (fº 77r). Su conciencia de fundarora avivó en ella el sen· timiento de verse puesta como dechado de las de· más. En mayo de 1650 sucedió que tocaron a silen· cio regular en el momento en que ella se encontraba con toda la comunidad en un trabajo. Es norma, en tal tiempo, evitar toda palabra que no sea de ab· soluta precisión. Iba a pedir a una hermana algo que necesitaba para la labor, pero le vino el temor de que, si ella se tomaba aquella libertad, otras po· drían seguir luego su ejemplo. «Estando en estos reparos -dice- tuve un habla en el íntimo del al– ma que me dijo las siguientes palabras: -In omnibus teipsum praebe exemplum bono– rum operum (Tt 2,7: Muéstrate, en todo, dechado de buenas obras). Con esto quedé, de nuevo, enseñada de mis ma· yores obligaciones en ser, en el cumplimiento de ellas, ejemplar a las demás y aventajarme en más perfección» (fº 208v). Era su táctica preferida a la hora de corregir. Cuando alguna se descuidaba en cumplir su debe1 o una orden recibida, lo hacía ella con la puntuali· dad y cuidado con que deseaba se hubiera hecho; y daba como razón que, ya que lo que manda la su· periora es voluntad de Dios, es necesario que ésta 173

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