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Es la misma sor María Raimunda quien lo re– fiere con todo detalle 7 • La caridad revestía ternura más que maternal cuando se trataba de aliviar a las enfermas de cuer– po o de espíritu. Hubo una temporada, en 1649, en que, por causas que no suelen ser infrecuentes en sujetos de afectividad inmadura o de propensión psicasténica, hicieron su aparición ciertas manías obsesivas. En especial hubo una hermana que, en el momento de la comunión, experimentaba tal inmo· vilidad de las mandíbulas y de la faringe, que le impedía sumir la eucaristía. Fue necesario todo el tacto y la ternura compasiva de la santa abadesa · para que la pobre hermana venciera su aprensión 8 • La misma María Angela refiere cómo devolvió la paz a otra hermana el sábado de la octava de la Ascensión de 1649: « Vino una religiosa a comunicarme un des– consuelo interior grande, fundado en un escrú– pulo que le había ocasionado el confesor por una pregunta que le había hecho, de modo que de ninguna manera se atrevía el día siguiente, que era domingo, a comulgar. En esta ocasión me dio nuestro Señor una claridad y razones tan vivas y claras, que la convencí y sosegué de manera, que el día siguiente comulgó con suma quietud y consuelo interior. Y a mí me pagó su Majestad divina la obra, que con la dicha religiosa había trabajado, con celo de darle a conocer la verdad y consolarla en su aflicción y lágrimas. Y no menos tuve por ' Traslado, f° 129v-130r. Declaración de otras religiosas, fº 41v, 75v. Esa fe sencilla en el amor providente del Padre del cielo la había aprendido de su madre Angela Serafina, a quien se atribuyen varios casos de multiplicación del pan: l. TORRADEFLOT, Crónicas, I, 224s. 8 Traslado, fº 17r, 28r. 171
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