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15. ENCAUZANDO LA FUNDACIÓN En sus cincuenta y tres años, sor María Angela se siente con arrestos para ponerse a la obra, se– gura como está de procurar la gloria de Dios y, por lo tanto, segura del divino auxilio. En Murcia ejer– citará conjuntamente los oficios de abadesa y de maestra de novicias, por deseo de las religiosas. «Me guiso a mí misma para comida de todas» Por inclinación propia hubiera preferido pasar el resto de su vida libre de responsabilidades, atenta al sosiego espiritual. «Esme de suma mortificación verme prelada y haber de mandar. Tratar con crea– turas es una continua violencia para mi espíritu» -escribe en 1646 (fº 159r). Pero reconoce que no deja de ofrecer ventajas en lo tocante a la purifi– cación y renuncia: «Con el oficio de prelada tengo muchas ocasiones de morir a mí misma y de dar a mi divino Señor mi vida en sacrificio, porque me guiso a mí misma para comida gustosa de todas» (fº 75v). Sigue siendo su norma «la caridad sufrida para con todas, conociendo la fragilidad y condi– ciones diversas que Dios ha dado a cada una» (f 0 76r). 165
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