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De todo hizo escritura de donación a perpetui– dad ante el provisor de la diócesis, sede vacante. Y, por delegación de éste, el mismo don Alejo bendijo el edificio y erigió el altar el día 5 de mayo de 1645. El viaje En Zaragoza, mientras tanto, todo eran prepara– tivos. Grande fue la emoción cuando se recibieron las cuatro cartas, escritas por don Alejo con fecha 23 de mayo. La primera iba dirigida al arzobispo de Zarago· za, fray Juan Cebrián, mercedario, comunicándole que tenía ya en regla las licencias de las autoridades eclesiásticas y civiles para la fundación; sólo fal– taba su beneplácito. Le rogaba, pues, que autori– zase el viaje a Murcia de sor María Angela, vicaria del convento, con autoridad de prelada, acompaña– da de sor Clara Sessé de Sentís y de sor Francisca Gertrudis Díaz de Béiar, con otras dos, «a elección de sor María Angela». Previendo la resistencia de la comunidad a desprenderse de religiosas de aque– lla talla, se extendía en ponderar las ventajas de la fundación murciana y le incluía el texto de las mo– tivaciones presentadas a los organismos oficiales. En prueba de ello alegaba que, de sesenta memo– riales que obraban en la Cámara de Castilla, sólo tuvo despacho favorable el de las capuchinas. Con– temporáneamente llegaban al arzobi~po las solici– tudes del provisor de la diócesis de Murcia, don Francisco de Torres, la del corregidor, don Diego Fernández de Argote, y la de los comisarios dipu– tados. La segunda carta, dirigida a la abadesa sor Luisa Teresa Caneda, contenía lo mismo en términos muy cordiales. Esperaba el apoyo de la superiora para 158
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