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sacerdote Francisco Salvany, que financiaba la fun– dación. Llevaron la causa a Roma, y vencieron. Una noche de 1636, estando María Angela en oración, mientras velaba a una hermana enferma, el Señor le hizo comprender que debía renunciar a aquella ilusión. « Este desengaño tuve -escribe-, pero quedé muy igual en la divina disposición, y tanto como si no hubiera jamás deseado salir a aquella fundación. Gracias a mi divino Señor, que sólo se dio por servido de mis deseos» (fº 66r). Un breve de Urbano VIII autorizaba la funda– ción de Manresa con fecha 21 de mayo de 1638. El 14 de diciembre del mismo año llegaban las cinco religiosas de la comunidad de Barcelona, llevando por abadesa a sor Francisca Rosell, connovicia de sor María Angela. Para acomodar el convento fue– ron comprados los edificios a dos sobrinos de ma– dre Angela Serafina 1 • Don Alejo de Boxadós toma el empeño como propio Había que esperar otra oportunidad. Desde 1640 fue tomando cuerpo un nuevo proyecto, apoyado ahora decididamente por el nuevo confesor don Ale– jo de Boxadós, que gestionaba en Madrid la adju– dicación, en favor de su persona, del cargo de in– quisidor de Murcia. D,0 lograrlo, correría por cuen– ta suya llevar a término una fundación en la ciudad del Segura. Durante cinco años estuvo María Angela encomendando en sus oraciones tanto el logro de la pretensión del confesor como la realización de ' Véase l. TORRADEFLOT, Crónicas, l. 329-336; J. Fnó, El monasterio de religiosas capuchinas de Manresa. Notas históricas. Manresa 1945. 152
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