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14. FUNDACIÓN DE MURCIA La comunidad de Zaragoza había crecido en nú- · mero y en ejemplaridad bajo la guía espiritual de sor María Angela. Las vocaciones seguían afluyen– do; había que pensar en llevar a otras partes el beneficio de aquella presencia de vida evangélica. «En Manresa quieren catalanas» Al ser promovido, en 1634, al obispado de Vich el confesor don Gaspar Gil, le dio promesa de llevar a su diócesis una fundación de capuchinas y que ella iría como fundadora. Estuvo acariciando este proyecto durante cierto tiempo, pero hubo de de· sistir, muy a su pesar, porque, al tener noticia de ello las capuchinas de Barcelona, alegaron su dere– cho como catalanas y lo que significaba para ellas aquella fundación. Se trataba, en efecto, nada me– nos que de transformar en convento la casa na– tiva de la fundadora, madre Angela Serafina, en Manresa, idea q4e venían acariciando desde muy atrás. La abadesa del convento de Santa Margarita supo llevar las cosas con tal arte, que el obispo Gil se encontró, en 1636, con un frente compacto de manresanos favorables a las de Barcelona: el clero, los jesuítas, la condesa de Ruira y, sqbre todo, el 151

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