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nas y, ese mismo año de 1629, movió Dios el cora– zón de un piadoso sacerdote, racionero de la Seo, de nombre Martín de Martí, natural de Luna, el cual decidió invertir su cuantioso patrimonio en una obra que consideraba muy del servicio de Dios. No contento con gastar más de 16.000 escudos en la construcción, quiso dejar asegurado el servicio espiritual de la comunidad mediante la fundación de dos capellanías. Al recibir la comunicación escrita de esta deter– minación, le contestó sor María Angela, el 8 de di– ciembre de 1629, con una carta desbordante de gra:itud, en la que, evocando bellamente los senti– mientos de Tobías para con el arcángel Rafael (Tb 12,1-15), le decía: «Llamé, muy señor mío, anoche a capítulo a todas sus hijas de vuestra merced y mías, y les dije: Quid possumus dare viro isto sanc– to? ... El nos hace que tengamos a nuestra es– posa, la santa pobreza, sana y propiamente nuestra; pone en libertad el espíritu de nuestra Regla; libra a esta casa del demonio de la co– dicia; hácenos estar sanas espiritual y corpo– ralmente; causa gozo a nuestros Padres y san– tos Fundadores; nos libra del pez devorador ele respetos hu1nanos; y a vuestra reverencia hace que vea la luz del cielo en la consecución de sus deseos. «Estamos llenas de sus beneficios y no sa– bemos qué podemos darle. Rogamos a vuestra reverencia, nuestra madre, se digne tomar lo único que tenemos, nuestras pobres oraciones, y se dé por contento ... » 7 • ' Texto íntegro en L. I. ZEVALLOS, Vida, 137s. Véase, además, l. TORRADEFLOT, Crónicas, 73s. 119
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