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tos duros, incluso obligándola a dormir con una calavera al lado 5 • Frecuentemente le parecía sentir pasos en la oscuridad, lamentos, una mano mis– teriosa, etcétera. · Se añadía el miedo a los demonios, como es nor– mal. El canónigo Gil, que tan inteligentemente le ayudaba a discernir lo que venía de Dios y lo que era fruto de sus propias aprensiones, la obligaba a desafiar a · los fantasmas infernales con serenidad, sin hacer caso alguno de ellos; Pero la verdad es ·que le hacían pasar muy malos ratos. Cuando se vive en esa aprensión, cualquier contratiempo desagra– d2.ble puede ser interpretado como trapacería del enemigo. Un día la encontraron las religiosas caída de mala·manera, con la cabeza debajo de un banco y sin sentido; al volver en sí no supo• dar otra ex– plicación de lo sucedido si no es la intervención del demonio, que días antes la había amenazado de muerte 6 • Pero no caigamos en una actitud hipercrítica. Apenas habrá un santo místico que no haya tenido que habérselas con el príncipe de las tinieblas. Sa– biendo lo que le va en la empresa -explica san Juan de la Cruz-, trata por todos los medios de tentar y dañar a esos grandes amigos de Dios en lo espiritual; viendo su fracaso en este campo, se to– rr:.a el desquite molestando en lo corporal, en cuanto está de su parte; María Angela ·no fue una excep– ción, si bien su natural medroso ofrecía un clima propicio a la rabia diabólica. Otro reflejo de esa tendencia aprensiva, que nun– ca llegó a obsesión, es su temor a la muerte y a los juicios de Dios. Sí, también a la muerte, si bien este 5 Escritos, fº 44r-45r, 53rv, 243v; Traslado, f• 160. · ' Escritos, fº 17r, 20rv, 34r, 53v, SSv, 60v, 61r, 120v, 148rv. 105
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