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¡Los ojos! Sabía que los tenía bellos. En 1627, como ella refiere, se había impuesto una dura pe· nitencia por una tentación de vanidad que le sobre· vino mientras contemplaba un niño Jesús de ojos hermosísimos: · -Así son los tuyos -se dijo a sí misma 3 • Particular muy humano, que dice mucho en fa– vor de la lealtad de sus manifestaciones de concien· cia y nada resta a su empeño de santidad. Por lo demás, en las representaciones de Cristo suele detenerse a describir «sus ojos santísimos, de quien soy -explica- muy apasionada» (fº 82v). Talla moral de María Angela Es leal asimismo cuando alude a sus cualidades morales. A ruegos de ella, siendo joven formadora, le hizo el canónigo Gil la ficha de su temperamento en estos términos: «Señora, su natural es vivo, vehemente y muy subtil. Y mire que no lo es como quiera, su semblante agraciado y hermoso; sus ojos de color de cielo, zarcos, grandes y graves; su mirar amoroso y apa– cib~e; las cejas arqueadas, pobladas y rubias, como lo era su pelo, y con muy gracioso entrecejo; la nariz derecha y agt:.ileña; la boca, sin improporción, algo grande; los dien– tes. muy pequeños; los labios gruesos, pero sin fealdad; las mejillas llenas; el cuello derecho, pero no sobrado» (Vula, 145). ' Escritos, fº 30r-Jlr. El Niño de los ojos bellos debió de llevarlo consigo a Murcia. Es objeto de veneración aun hoy por parte de las capuchinas y de los fieles. Con todo, las capuchinas de. Zaragoza dicen poseer ellas el autén– tico Niño que ocasionó la tentación de vanidad de sor Ma· ría Angela. Ambas son tallas de madera de gran . mérito artistico. Véase I. ToRRADEFLOT, Crónicas, U, 88s.. 101

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