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mente: «Si es de estatura pequeña, ya crecerá. Y si no, hartas ha habido enanas de muy buen enten– dimiento, que no está vinculado el saber con gran– des ni pequeñas mujeres» 1 • Había, por lo demás, en todo su continente algo de grave y hasta solemne, que imponía respeto y confianza a un mismo tiempo. De niña, ya lo vimos, era muy agraciada. Le ve– nía de familia. De su hermana Isabel dice ella mis– ma que era «muy hermosa y llena de muchas gra– cias naturales»; Juan José, el hermanito fallecido a los ocho años, «era también hermosísimo»; y asi– mismo era «agraciado» el otro hermano, Cristóbal (fº 266r). En una extraña representación que le acaeció el 8 de marzo de 1642, entrada ya en los cincuenta años, se diría que afloró del subconsciente su propio re– trato físico de juventud. Le pareció ver una ca– beza, en que se reconoció a sí misma: «El cabello era castaño oscuro y caído por cada lado, que le acompañaba el rostro hacia su partición en medio como crencha. La frente era muy agraciada, grande, blanca, linda y es– paciosa, y tan clara como si la hiriera una grande luz. Los ojos, rasgados y grandes; las ce_ias, hermosamente . arqueadas y del propio color castaño, pero claro; los párpados de los ojos, totalmente caídos, con tal caimiento, ren– dido y humilde, y una sumisión tan suave, que verlos causaba veneración y santo rendimien– to» (f 0 llOv-lllr) 2 • ' Original en el archivo de las capuchinas de Calatayud. 2 Resumiendo los datos ofrecidos por las hermanas en sus declaraciones, hace el padre Zevallos este retrato físico: «Fue de estatura mediana y proporcionada. Sus faccio– nes, todas bien dispuestas; su color blanco y encarnado; 100
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