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«Voy asaeteada como otra Gertrudis, y se me abrasa el alma y corazón, y siento no me– nos ansias que ella de saetear, si ser pudiera, con dardo de fino amor y correspondencia, el divino corazón, sólo para tenerle a mi querer para negociar estos negocios debidos a su amor y sangre. Pero no tengo la disposición de la santa» (fo 114v) 1. «Antes las poseo que conozco» No es la única vez que este confesor, consciente de su responsabilidad en la dirección de un alma tan fuera de lo común, le dio orden de recurrir a la vida de algún grande místico o a algún autor espi– ritual para ayudarla a definir sus propias vivencias íntimas. Consta expresamente que le hizo leer a Juan Eusenio Nieremberg, Tomás de Jesús, Jerónimo Gra– cián de la Madre de Dios y Juan de la Cruz ( todavía no beatificado). Además, ella conoce y cita a santa Teresa de Jesús (fº 180r), ha asimilado, en gran par– te, su terminología y yo diría que hasta su estilo 2 • Convendrá tener en cuenta estas lecturas cuando se trata de conocer las fuentes de información de 1 María Angela había leído la vida de santa Gertrudis de Helfta, y era una de sus santas familiares (véase fº 93r, 174r). Las Insinuaciones de la divina piedad, junto con la Vida, escrita por Juan de Landsperg, habían tenido multi– tud de ediciones, entre 1600 y 1620, en España. 2 Es posible que la conociera a través del libro de To– más de Jesús: Suma y compendio de los grados de ora– ción ..., sacado de los libros y escritos que compuso la B. Madre Teresa de Jesús. Valencia 1613. Esta edición, proce– dente de la antigua biblioteca conventual, se conserva aún entre los libros de las capuchinas de Zaragoza, junto con el Tratado de oración mental del mismo Tomás de Jesús. Por otro lado, como hemos de ver, el mismo mosén Alejo de Boxadós era asiduo lector de santa Teresa. 94
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