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to en 1936. Por fortuna se conserva en Roma, en el archivo de la Postulación general de la Orden, una copia autenticada, de buena solvencia. Además de estos relatos autobiográficos, ofrecen particular interés sus escritos espirituales, transcri– tos asimismo en su casi totalidad en el manuscrito de Roma, algunos perdidos quizá sin remedio. Y, por último, sus cartas y memoriales, quince de los cuales formaron parte de los originales aprobados en 1776; otras siete cartas han sido descubiertas reciente– mente en el convento de las capuchinas de Calatayud, y no será difícil que aparezcan más. Existe también el proceso in.formativo diocesa– no, realizado en 1668/1670, con las declaraciones de las religiosas y de otras personas que la conocieron de cerca. Me he servido de la copia que conservan las capuchinas de Murcia. Además de éste, el más importante desde el pun– to de vista histórico, existe en Roma el de 1759-1771 y los varios procesos apostólicos, iniciados en 1789. Interesa particularmente el Summarium, impreso en 1836. Entre las fuentes dadas a la luz pública ofrece interés primordial la vida de la fundadora de las capuchinas en Barcelona, Angela Serafina Prat, es– crita por el jesuíta Juan Pablo Fons en 1622, a base de los apuntes de sor Isabel Astorch, hermana de nuestra biografiada. Fue publicada en 1649 por Mi– guel Torbavi, asimismo jesuíta. Contiene noticias precisas sobre sor María Angela Astorch. Otra fuente de primera mano fueron los apuntes manuscritos del benemérito confesor de las capu– chinas de Barcelona masen Martín García. De ellos se sirvió el licenciado Nicolás Torrecilla para su interesante opúsculo sobre los orígenes de las capu- 6
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