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ro sin destruir estas raíces evangélicas sobre el mis– terio de Dios. Cuando Jesús en la última cena quiere llegar al fundamento y raíz de su evangelio, dice una y otra vez: "Les doy un mandamiento nuevo: que se amen unos a otros. Que como yo los he amado, así también se amen unos a otros. En esto conoce– rán todos que son discípulos míos: si se aman unos a otros" (Jn. 13, 34-35). "Este es mi manda– miento: que se amen unos a otros como yo les he amado" (Jn. 15, 12). ''Lo que les mando es que se amen unos a otros" (Jn. 15, 17). Al hablar Jesús de un único mandamiento, no elimina el Decálogo, ni los mandamientos de la Iglesia. Está aludiendo únicamente a la raíz y fun– damento de todos los demás mandamientos. El que cumpla de verdad este mandamiento, cumplirá todos los demás. Así lo explica Pablo: "El que ama al prójimo, ha cumplido la Ley. En efecto, lo de: No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a tí mismo" (Rm. 13, 8-9). Esto es lo que modestamente y de un modo amigable he querido explicarte. El amor a Dios pasa por la mediación del amor al hombre. El amor al hombre se concreta ·en la mediación del -79--

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