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Es la expresión de doble sentido que. emplea · Juan para decir que Jesús murió: "inclinando la cabeza, entregó el espíritu" (Jn. 19, 30). Entre– gar el espíritu significa morir, pero también expre– sa dar vida: Dios es Espíritu (2 Co. 3, 17) y el Espíritu tampoco tiene figura, es viento, aire, brisa, "no sabes de dónde viene ni a dónde va" (Jn. 3, 8) pe– ro en su ser sin apariencia reside toda la fuerza de Dios, capaz de dar vida. El profeta Ezequiel nos lo explicó con la vi– sión de un campo lleno de huesos. "¿Podrán vi– vir estos huesos?. Yo voy hacer entrar el espíri– tu en ustedes y vivirán". Y en efecto, los huesos se revisten de ca:i:ne y nervios y comienzan a vivir. Esa es la tarea del Espíritu. El · Espíritu resucitó a Jesús y nos resucitará a nosotros: "Aquel que resucitó a Cristo de en– tre los muertos, dará también la vida a sus cuer– pos mortales por el Espíritu que habita en ustedes" (Rm. 8; 11). Y el Espíritu es el que nos constituye hijos y nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (Rm. 8, 15; Gal. 4, 6). El Espíritu es libertad, es vida, alegría, amor. Nos ha liberado de la ley, ya no somos esclavos, sino hijos. - 76 -

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