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Pero el Padre actúa como Dios: perdona, ama, recibe en casa y lo sienta al banquete del Reino. "Estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdi– do y ha siclo hallado" (Le. 15, 24). El hijo mayor de este Padre es completamente \ distinto a su hermano menor: serio, trabajador, respetuoso, ordenado. La intención de Jesús al presentar esta figura es la de decirnos que cumplía todos los mandamientos, como el fariseo de la otra parábola, orando en el templo. Y su pecado es el mismo: no acepta a su hermano. No es buen hijo porque no es buen hermano. Queda .descali– ficada la religión de la ley. Se reafirma la religión del corazón. Porque frente al pecador, no caben más que dos actitudes; la de Dios que actúa como Padre acogiendo y perdonando, y la del hermano que si– gue el ejemplo del Padre acogiendo y perdonando. Todo esto dentro de la clave evangélica. En cambio la actitud de rechazar al hermano, el gesto de insolidaridad, ya no entra en los pará– metros del Evangelio. Por eso el hijo mayor, cum– pliendo los mandamientos, no aparece sentado a la mesa. . Para él, su hermano sigue siendo un au– sente. Tengo miedo al pensar cómo la figura del hijo mayor tiene tantos seguidores entre nosotros. Son -67-

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