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Y Jesús, el Hijo, reafirmará: "Todos ustedes son hermanos. Ni llamen a nadie 'Padre' en la tie– rra porque uno sólo es su Padre, el del cielo" (Mt. 23, 8-9). La afirmación no está dicha a la ligera. Cierto que el Evangelio no te prohibe que llames padre a tu papá según la carne. Lo que prohibe es que en un sentido espiritual des esa designación a cual– quier hombre. Sería una usurpación del título ex– clusivo de Dios. Lo que nos corresponde a noso– tros es ser y vivir como hermanos. Introducir el título de "Padre" en vez de hermano pudiera ser grave. Es modificar la relación esencial del hom– bre frente a Dios. No es que vayamos a condenar sin más la deno– minación de Padre. Sabemos que se hace con bue– na voluntad y no hay que dramatizar expresiones populares. Pero las palabras suelen tener sus aso– nancias peligrosas y bueno sería evitarlas incluso a nivel fonético. En una ocasión los Apóstoles le pidieron a Je– sús: "Enséñanos a orar" (Le. 11, 1). Y Cristo les reveló entonces la oración del "Padre nuestro". Fue una revelación -trascendental. Al único Padre corresponde el plural de "nosotros". Porque sólo se puede invocar a Dios como Padre desde la acep– tación plural y universal de todos los hombres y -64 -

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