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es la religión de la autosuficiencia: para poder uno considerarse perfecto, sin falla, tiene que calumniar y degradar a sus semejantes. El gran pecado del fa– riseo es que él no se considera hermano de los de– más. El publicano hace su oración sin perder el sen– tido de la realidad. Se juzga a sí mismo, y no con– dena a nadie. Reconoce que es pecador: "Ten compasión de mí, que soy pecador". Hay una fun– damentación humana en su oración, se acepta las limitaciones del hombre ante Dios. Es el punto de partida para la solidaridad y hermandad. Aunque el. fariseo y el publicano ~ran en el mis– mo templo, se dirigen a dos dioses distintos. El dios del fariseo es un dios. insolidario, que se satis– face solamente con el sacrificio y los ritos, el Yah– veh ritualista, alejado de la vida y de la historia. El publicano se dirige al Yahveh misericordioso, que escucha el clamor del pobre, que prefiere al sacri– ficio la compasión. El ídolo de las ceremonias y rúbricas es incapaz de salvar. El fariseo salió del templo sin justificar. El Dios de la misericordia es quien puede salvar sin méritos de nuestra parte. "Hago gracia a quien ha– go gracia y tengo misericordia con quien tengo mi– sericordia" (Ex. 33, 19). El publicano volvió j{!s• tificado. -61-

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