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quisieron.Quise librar a los pobres de su hambruna,y aceptaron rápido. Para ellos será el banquete. Nin– guno de los otros probará mi cena. · Quiero que tomes nota, Leo, de una observa– ción que añade Mateo cuando narra esta parábola. Dice en el capítulo 22, versículo 10: "reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos". Otro rasgo desconcertante del buen Dios. No invita a los pobres porque sean buenos. No hay ninguna idealización de la figura del pobre. Podrán ser flo– jos, borrachos, mal pensados... Parece que lo que se tiene en cuenta es únicamente su pobreza, su hambre, su marginación. Esto es un lío tremendo porque desbarata to– das nuestras categorías habituales. Estamos con– vencidos de que el Reino de Dios es para los bue– nos, y resulta que Dios viene y nos dice: Es para los pobres, buenos y malos (Mt. 22, 10). La bon– dad es don del Señor, no fruto del puro esfuerzo humano. Y Cristo es tajante en sus expresiones. No só– lo dijo que los pobres son los bienaventurados, y se lamentó por los ricos (Le. 6, 20 y 24) sino que nos da una orden escandalosa: "Cuando des un ban– quete, no invites a los ricos, sino a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos" (Le. 14, 13). -55-

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