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EL BANQUETE DEL REY ¡Claro que sí!. El Señor se apiadó de pobres y ricos y quiso ponerle remedio. No estaba confor– me con el hambre de los pobres. Ni tampoco con la hartura de los ricos., Entonces planeó un ban– quete muy especial, que no embruteciera a los co– mensales, sino que los dignificara. Sería sobre la base del compartir. La parábola comienza sin exclusiones: "Un hombre dio una gran cena y convidó a muchos". Los expertos en griego bíblico nos dicen que "mu– e.has" es equivalente a "todos". Dios no excluye porque es Padre. Quienes se excluyen a sí mismos son los ricos, porque no se consideran hermanos de los pobres. Ellos son dis– tintos, no quieren rebajarse. A Dios no le queda más remedio que sentar a la mesa sólo a los pobres. Es una constatación his– tórica: "Sal a las plazas, a las calles, a los caminos, y haz entrar a los pobres y lisiados, y ciegos y co– jos" (Le. 14, 21). Contemplo al buen Dios diciendo: Quise librar a los ricos de sus hartazgos e indigestiones, y no -54-
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