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ha suscitado Jueces, profetas, para defender a los pobres contra los Príncipes de este mundo. En la misma . cautividad de Babilonia con Jerusalén y su templo destruidos, el Señor les recuerda que Ei' sigue creando, dando vida. Esto es ser santo: em– peñar tus energías en hacer que los pobres logren una vida humana digna, que todos los hombres se reconozcan como hermanos compartiendo el pan, y no que unos naden en la abundancia y otros se mueran de hambre. Santo es el que continúa la obra de Dios. La creación es romper con lo injusto que exista en el mundo y hacer florecer la justicia. Y aquí está una diferencia entre Dios y nosotros: Dios sólo puede crear, dar vida; nosotros podemos también descrear, dar muerte. Dando muerte, des– hacemos esa maravilla que es la vida. En la creación, dando vida a los pobres, se da una coincidencia con Dios. Cuando matamos, esta– mos lejos de Dios porque El nunca mata. Cuando damos vida, nos encontramos con El realizando una obra en común: la vida de los pobres. Por eso a Dios sólo se le puede conocer practi– cando la justicia, no con teorías ni con doctrinas. Para los israelitas su fe se expresaba en credos his– tóricos: "Cuando el día de mañana te pregunte tu hijo... le dirás: Eramos esclavos del Faraón en Egipto y Yahveh nos sacó con mano fuerte" (Deut 6, 20-21). -43-

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