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hombres pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte". (Medellín). "El clamor pudo haber parecido sordo en ese en– tonces. Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante" (Puebla). Dios no quería ser liberador en principio, por– que no quería que hubiera fratricidio, ni esclavos, ni empobrecidos. Pero los hombres le echamos a perder su plan, nos olvidamos de ser humanos, y nos convertimos en lobos unos contra otros. •El Señor suscita un liberador para que coope– re con El. Moisés tiene que asumir esa tarea no de muy buena gana: "¿Quién soy yo para ir a Faraón y sacar de Egipto a los israelitas?. Y cuan– do los israelitas me pregunten cuál es el nombre del Dios que me envía, ¿qué les responderé?" Y Dios habló: So y Y ah ve h ("Soy el que seré") (Ex. 3, 13-14). Si te das cuenta, Dios propone el futuro para ir descubriendo quién es. Será lo que quiera ser, en plena libertad, sin dejarse encasillar. Porque el liberador tiene que ser libre. Y ocurre el Exodo, paradigma de todas las libe- ; raciones de la historia. Contra el Faraón, enrique- cido con el empobrecimiento de los israelitas. Y lo más llamativo, contra los mismos israelitas, que tienen miedo a la libertad y van a estar añorando - 31 ·--

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