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CUANDO DIOS PARECE UN TIRANO •··· En mi infancia y juventud prevalecía U_!!~n– _§eñanza moralizante y tremenda. Se pensaba que los jóvenes solamente seríamos fieles a Dios si se lograba atemorizarnos : "Mira que te mira Dios, mira que te está mirando, mira que vas a morir, mira que no sabes cuándo". Y llegaba la noche y no nos atrevíamos a pe– gar el ojo: A lo peor amanecía muerto. Y el infier– no estaba asegurado. El predicador con gesto pen– dular de su mano, nos aseguraba que el reloj de la eternidad recordaba, con su carillón, las enloque– cedoras frases : "Siempre durará, jamás saldrás, . . "' . . , ,, siempre ... Jamas ... siempre ... Jamas . Yo sufrí mucho espiritualmente. ~fo des<:!_u– bría a Dios como Padre, ~LQios que nos r,_eveló J~~ucristo. Ni siquiera era el Dios del Antiguo Tes– tamento, "clemente y misericordioso, lento a la ira y rico en amor y fidelidad". No es que Dios no sea justo. Lo es . Pero al presentar unilateralmente una faceta, resulta una -9-
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