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ber resumir es mucho más difícil que hliblar sin fin. Es de sabios saber terminar. Pero hablar con un amigo es sabroso. No hay prejuicios, uno habla de lo que le sale del corazón. Tú podrás argüirme, incluso defender tu opinión contraria, pero siempre terminaremos en el abra– zo cordial y fraterno. Cuando nos conocimos, tu postura era más bien espiritualista. El adjetivo "espiritualista" tie– ne una carga peyo:i;ativa de exceso, de falta de equi– librio. No quiero decir que te faltase a tí el equili– brio. De tu manera de vivir, de orar, de comportar– te, yo aprendí mucho. Es algo que te agradeceré toda la vida. Pero tus ideas se inclinaban hacia un mundo poco real. ¿Intimismo? ¿Privacidad? ?Aislamiento? Y cuando yo te hablaba del mundo, de la sociedad, de la justicia, de los pobres y empo– brecidos, había como una protesta en tus ojos. ¿Para qué meterse en lo socio-político? Demasiado horizontalismo. No querí~ complicarte la existen– cia. Y yo te conté mi experiencia personal. -8-

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