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b) En segundo lugar, el hombre es también acto en cuanto ha realizado ya ciertas potencias espirítuales de su ser. 2) Pero, no puede ser un «acto» puro, porque si no, no sería temporal. Por eso, es poder ser, potencia óntica, vital o existencial. La tensión vital del hombre aparece precisamente porque se experia menta como un ser que no posee actualídad completa. En el presente se halla un «poder ser», que podrá o no ser actualizado y que luego quedará reflejado en la historia. Porque puede ser, se dan las tensiones interiores. Y éstas tienen lugar en el orden espiritual. Lo propiamente humano no se inicia con el nacimi'ento físico, sino con la producción de novedades superiores a las biológicas, porque «el plan de vida humano, el plan vocacional, sólo empieza a elaborarse cuando ya los otros planes orgánicos de vida están cumplidos o completos» 254 • Esta potenciaHdad de vida espiritual es tan necesariamente inhe– rente al hombre, que, suprimida, desaparece el hombre mismo. En contraposición con los caracteres de la vida biológÍca, esta vida espiritual es algo multiforme, libre y solamente pre-condicionado. Es cierto que existe una cierta necesidad originada por la base biológica y las posibilidades espirituales ya realizadas . Pero, la vida humana es actualizar potencias viviendo bajo el principio de la indeterminación, de la libertad y, por tanto, con un futuro 255 • Porque el ser del hombre es irse completando, tiene una vocación radical, arraigada en la misma condición humana: «La vocación es el plan de elección entre esas posibilidades o potencias» 256 • Esta vocación el futuro implica la indeterminación. El principio del cambio bioló¡¡ico es la necesidad,. (IH 31). Cf. VH 36, 297-298. 254. VH 36. 255. E. Nicol distingue claramente entre: a ) El hombre que tiene potencia o posibilidades, que son radicales, ya que el hombre no tiene su ser determinado desde el principio. El ser del hombre es devenir y «su forma de ser es la existencia, la cual implica literalmente no sólo el ser actual, sino el desarrollo y aumento, y a veces la disminución, pero siempre la evolución» (VH 272). b) Todos los demás seres, que propiamente tienen «capacidad de desarrollo», no poten– cia. Las «capacidades de desarrollo» están incluidas en el primer momento de la existen– cia. Gráficamente afirma que, para tales seres, «ontológicamente, faare initium es, en cierto sentido, lo mismo que /acere finem, o sea llegar a la conclusión» (VH 272). Cf. también VH 273; A. BASAVE FERNÁNDEZ DEL VALLE, Filosofía del hombre, México 1973, 54-55; J. C. ToRCHIA ESTRADA, Eduardo Nicol y la idea del hombre, en Cursos y confe– rencias, Buenos Aires 1953, 371; A. CERVERA ESPINOSA, ¿Quién es el hombre? Antropo– logía filosófica, Madrid 1969, 238-240. 256. VH 36; PSV 103, nota 17. 94

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