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la nada con inefables. Del ser sabemos que es, porque lo conocemos bajo la especie única y patente de la presencia: 'to óv, el ente, el existente, en la plenitud de su realidad. Pero no sabemos qué sea, 't{ fo't{, en qué consiste esto de ser. Para saberlo finalmente, debié– ramos conocer su origen y desvelar el secreto de una nada original. La confesión de la impotencia de la filosofía frente al problema del ser en cuanto tal, la ofrece ella misma sin saberlo, al implicar tra– dicionalmente en este problema el problema de los orígenes» 43-. Fue con Aristóteles cuando la metafísica quedó configurada como ciencia primera que estudia el ser en cuanto ser. Y toda la tradición ha mantenído como propio de la metafísica tal conocimiento supremo del Ser. Pero, llamativamente, la metafísica no ha logrado constituirse como tal ciencia, ya que no ha logrado dar razón y explicar en qué consiste el Ser. Y, planteada la cuestión, la especulación filosófica se desvió por un doble camino: a) La teología: en donde se dilucidaba cuál era el principio y causa suprema de lo existente. b) La ciencia o las ciencias segundas : pues se trataba de examinar la constitución de los entes, la existencia misma. En ambos casos, la metafísica no logró aclararse qué fuera el Ser, el más uníversal de todos los conceptos, sin límite alguno que lo cir– cunscribiera, relacionado consigo mismo en una absoluta soledad 49 • Por eso concluye E. Nícol: "El ser no tiene razón de ser. Sólo podemos interrogar sobre la razón de ser de algo que no posea intrínseca necesidad. El absoluto no demanda ni admite justificaciones; no tiene causa, ni origen, ni fin : su razón de ser está en su misma presencia eterna, en la imposibilidad de una alternativa que sería el no ser absoluto" 50 • b) Crítica de la fundamentación dual de la metafísica Sin embargo, la historia de la filosofía guarda el esfuerzo, desespe– rado, por encontrar respuesta a la pregunta por el Ser y su encadena– miento con la cuestión de la Nada, problema en el que se intentaba una solución verdaderamente ontológica queriendo superar las dos des– viaciones que se habían dado en la historia de la metafísica: la teolo– gía o el camino de las ciencias particulares 51 • 48. HE 12; cf. he 17; Fenomenología y dialéctica, en Diánoia 1973, 59. 49. me 21. También ME 28-29, 39. Unas breves indicaciones sobre el objeto de la metafísica a lo largo de la historia pueden verse en ME 28-41 y me 24-28. 50. me 23. 51. El absoluto negativo, en Diálogos 5 (1968) 69. 34

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