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evidencia primera expresa. No debe buscar su apoyo sino tenerlo, pues el fundamento ha de ser anterior a la ciencia primera: «Cuando partimos, disponemos de algo, y de algo positivamente dado y firme. Aquello que está en el origen es el fundamento de to– do itinerario posible. Y por esto el fundamento es común, aunque Ios itinerarios sean singulares e históricos... Es evidente... que si hay algo que no requiere exploraciones ulteriores, algo que se da con plenitud y autenticidad a la primera inspección, algo en suma que es esencialmente fenómeno, esto es precisamente el ser» 44. En la solución de este problema, E. Nícol se apunta decidida– mente a la línea de los filósofos milesios y, sobre todo, a la de He– ráclito, rechazando la de Parménides. Siguiendo a los primeros, E. Nícol parte de la realídad, es decir, del ser que se nos muestra en la experiencia empírica. En ella aparecen la diversidad y el devenir junto con la unidad y consistencia de los entes. En la experiencia sensible, directa, de la realídad, está claro que el principio de orden, si bien no aparece de modo inmediato, es constitutivo de la realidad misma, diversa y cambiante. En los datos de la experiencia se halla su racio– nalidad y, por tanto, el cambio y el tíempo son orden en la realidad. Explicando el principio de la «racionalidad de lo real», comenta E. Nícol los textos de Anaximandro, según los cuales todo se produce «según el orden del tiempo», no porque el tiempo, a manera de un juez, haya de ordenar lo desordenado mediante una sentencia concilia– dora, sino poiique «el tiempo es el orden, y todo lo que en él se pro– duce es ordenado; aunque en la realidad percibamos el fenómeno de los conflictos, estos conflictos se producen de acuerdo con una regula– ción constante y uniforme, precisamente porque son temporales» 45 • Heráclito, por su parte, nos habla de un ser visible, plural y cam– bíante, que lleva en sí mismo su orden, su lagos, razón inmanente de lo real. Todo es dialéctico menos el lagos, eterno e inalterable, que lo gobierna todo. Por eso, el cosmos es un orden. No se trata de un orden estático, sino de alteridades, oposición y lucha, que en el mismo enfrentamiento de los contrarios, alterándose, muestran su armonía, ya que no se habla de absolutos sino de concretos y relativos, que muestran su afinidad porque son. El ser mismo es cambio 46 • 44. ME 198. Cf. también 152-153, 205-206; me 118, 124; ih 71. 45. PC 496. 46. «En su significado más literal e inmediato, la armonía presupone el orden, o lo 32

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