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E. Nícol propone el retorno a una «ingenuidad filosófica» para la cual «es inconcebible que haya distintos niveles ontológicos... No hay en el plano inmanente ninguna cosa que sea füás - que otra cosa, ningún aspecto del ser que sea más que otro aspecto, porque el hecho sim– ple de ser es ya un absoluto, dentro del cual no caben gradaciones. Desde el punto de vista del ser, todas las existencias son equivalen– tes: la mesa no existe menos que el hombre, ni el hombre tiene me– nos existencia que su mano, ni el alma tiene más ni menos existen– cia que el cuerpo. La diversidad de formas de ser no implica, en su– ma, diferencias de grado en el hecho mismo de ser» 42. De esta manera, y a semejanza de la reforma que quiere llevar a cabo tanto en psicología como en antropología, también en la meta– físíca desea recobrar el ser espacial y temporal, la realidad visible y cambiante. Para E. Nícol, la metafísica ha de emprender un camino que tiene como principio el retorno a lo hechos: «Es preciso volver a los hechos mismos», afirma una y otra vez de diversas maneras 43 • Este ir al encuentro de los hechos es una necesidad metodológica, pues la realídad que va a ser conocida es la que condiciona el método. No tiene sentido ir al encuentro de la realidad, y, al mismo tiempo, suspenderla o negarla. Este encuentro supone, también, ir hacia los hechos sin presupues– tos. Esto no quiere decir que haya de partirse de la nada, es decir, de un vacío ontológÍCo o epistemológico. Pues no es lo mismo el caso de las ciencias segundas y el de la ciencia primera. Mientras aquéllas tienen su fundamento en supuestos ontológicos, ésta debe tener una En cuanto a qué entienda por «verdad de hecho», escribe: «No son teorías ni hipó– tesis, sino que expresan situaciones reales y objetivas dentro de un orden fundamental y universal. Por ello constituyen las condiciones sine qua 11011 del conocimiento en gene– ral, lo mismo el científico que el precientífico» (Los principios de la ciencia, en Filoso– fía 12 (1961) 669). Cf. también PC 302-303. En las obras más tardías, E. Nicol termina por emplear Ser (con mayÚscula) para referirse al ser absoluto y distinguirlo del ser relativo. Tal es el caso de Los principios de la ciencia o el artículo El absoluto negativo. 42. ME 146. Cf. me 79. 43. ih 63. En otro Jugar de esta misma obra afirma: «Sin apartarse de los hechos, procediendo como la más auténtica y rigurosa ciencia positiva... » (p. 70). 31
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