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Esta realidad es el nudo de la cuestión; porque los caracteres del ab– soluto lo definen en abstracto, como una necesidad racional, pero de su racionalidad no se desprende su existencia. La tarea de pensar el absoluto no era concluyente: había que demostrar su actualidad, después de establecer a priori sus atributos» 39, La metafísica tradicional, en sus variadas formas históricas, afuma la necesidad del absoluto, pero al situarlo «más allá», trascendente a la contingencia, lo confiesa igualmente fundamento y enigma 40 • 3. La metafísica dialéctica y fenomenológica de E. Nicol a) El retorno a los hechos E. Nicol cree que ha llegado el momento de cerrar todo un ciclo de la historia de la filosofía, ciclo de siglos, y retornar a otro plantea– miento y solución de la cuestión metafísica. Frente a la intemporalidad, y la ausencia del Ser, propugna la recuperación del ser como tiempo y, a la vez, como presencia. Esta recuperación supone una revolución o reforma del método, cuyo lema primero sería: El ser está a la vista. Esta afirmación quiere señalar de manera indudable la presencia del Ser, sin que esté oculto por apariencia alguna. La apariencia misma, el fenómeno, es Ser 41 • el primer motor de Aristóteles, pasando por la Idea platónica, de la que se dice que mantiene siempre su mismidad (dd xa,a ,a~.d EXOV) la metafísica ha considerado la identidad como atributo primario del absoluto» (ih 68). 39. ih 68-69. 40. En este punto, E. Nícol señala la diferencia que existe entre los planteamientos de la filosofía y la teología, en parte recordando que la filosofía ha designado alguna vez al absoluto con el nombre de Dios. Con ello, «más bien realza el enigma de la trascen– dencia y revela el empeño en dar una razón de que lo que, por ser absoluto, no tiene una razón de ser» (ih 69). Para la teología (aunque su método sea racional), el enigma es legítimo. Parte de un Dios reconocido por fe, sin apoyo racional. Estrictamente, no necesita desentrañar racio– nalmente lo que es posesión inicial, lejana de la duda. El filósofo o metafísico duda. Cuando los filósofos hablan de «dios», no parten de una evidencia inicial -como los teólogos-, sino que Dios es «el nombre que ellos dan al acto final de una razón que proyecta salvar la contingencia» (ih 69). Cf. El absoluto negativo, en Diálogos 5 (1968) 64-69. 41. Cf. ME 176, 198; me 101-102, 118-119; PC 321, 505-506; CRS 244-247. Es interesante la nota 11 de la página 49 del artículo Fenomenología y dialéctica ( en Diánoia 1973), en donde el mismo E. Nícol aclara cómo expresiones semejantes a «el ser está a la vista» quieren indicar, en sus obras, la presencia del Ser. Estrictamente, la fórmula «Hay Ser» no sería una verdad. A lo más que se atreve E. Nícol es a calificarla como «une verité de fait». La mente busca y halla esforzadamente verdades partiendo de una verdad que no es buscada, sino poseída. Esta verdad poseída es precisamente el hecho de que «Hay Ser». 30
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