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MANUEL GONZÁLEZ GARCÍA que estos pueblos ya existieran en el año de la concesión hecha por el rey Sancho, es, sin embargo, muy prnbable que la zo– na ocupada por ellos afluyera a este mercado de Sil. Además, los beneficios obteniendo en el mercado debían ser los suficien– temente importantes como para que se concediera únicamen– te la tercera parte del portazgo. Incluso, el hecho de que para este año de 957 ya se cobra– ran impuestos sobre el mercado del Sil, indica su existencia con algunos años de anterioridad. Hay otros dos documentos que sirven para determina1· el volumen y el valor de los mercados de aquel tiempo. Estos dos documentos son los fueros de Villavicencio (primer cuarto del siglo XI) y los fueros de Sahagún (año 1085). El fuero de Villavicencio consta de varias partes, bastante definidas por la materia que se trata en ellas 1110 • La que más nos interesa en este momento es la parte úl– tima. la más larga, dedicada al n1.ercado. En esta parte se es– tablecen las siguientes normas: 1) Los habitantes de la villa pueden vender pan y vino cuando quieran. 2) Lo mismo lo pueden hacer los carniceros con las can1.es de vaca, de cerdo. de carnero y de cabra. 3) Al mercado pueden concurrir otrns panaderos y pesca– dores de fuera de la villa. 4) El fraude en las medidas o en el peso es castigado con una multa de cinco sueldos. 5) Mediante la enumeración de los productos que pagaban impuestos se tienen noticia de que llegaban al mercado abar– cas, tórdigas, rejas, vino, madera, sal, nabos, rábanos, aJos, ce– bollas. Los impuestos que se pagaban estaban en relación directa con la cantidad que se introducía en el mercado: por ejemplo, un carro de ajos o de cebollas debía entregar veinte ristras de l1H 1 H. S.. H0-442. 34
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