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Los problemas de la Misión de Etiopía dance éthiopienne », y hacía constar expresamente que« surmontant la répu– gnance que j'éprouve, en ma qualité de prétre, a m'immiscer dans les que– stions politiques », los beneficios que la misión debe a Francia le imponían la obligación de trasmitir esta petición al gobierno francés. El 25 de mayo de 1845 entrega el texto oficial de la petición de Ubié al vicecónsul en Mas– saua, quien el 1º de julio la expide a París. La respuesta del ministro de Asun– tos Extranjeros fue terminante: parar el excesivo celo de Monseñor, porque Francia no tenía ningún interés colonial por el momento en África, ni estaba dispuesta a aceptar una cesión territorial« fort contestable en droit » (la rada de Arkiko ofrecida por Ubié, además del comercio de tierra firme). También de sus superiores religiosos mons. De Jacobis recibió una amonestación a no ocuparse de asuntos políticos y humanos que no tienen relación directa con la misión 14 • En cambio, la S. Congregación, enterada por mons. De Jaco– bis y sin saber todavía la negativa del ministro (15 de noviembre), con carta del 24 de noviembre ruega al nuncio en París que presione ante el gobierno francés en favor de las peticiones de Ubié, y que, en la respuesta oficial, Fran– cia recomiende explícitamente al príncipe mons. De Jacobis y demás misio– neros 15 . Sin protección efectiva en el Tigré, De J acobis se vio obligado a ir desplazando sus centros misionales hacia el nordeste (Gualá, Alitiena, Halai), buscando la proximidad y protección del territorio egipcio. En 1847 el abuna Salama, que en abril de 1845 había lanzado una nueva excomunión contra la misión católica 16 , pudo por fin presentar a Ubié la prueba legal de la persecución: la presencia de otro obispo, mons. Massaia, en Abisinia, presencia prohibida bajo pena de muerte por ir contra la tradición de una sola cabeza o jefe de la Iglesia en toda Etiopía 17 • Ubié se limitó a ordenar el destierro de mons. Massaia, a quien, sin embargo, el 20 de junio de 1849 recibirá con cordialidad 14 Documentación de Quai d'Orsay sobre este asunto, en: Rev. Hist. Missions IX (1932) 546-556, XV (1938) 603-606. 15 Lettere vol. 332 (1845) f. 774v, 16 Rev. Hist. Missions XV (1938) 602 s. 17 La llegada a manos del abuna de cartas de la Congregación dirigidas a mons. Mas- éste la atribuye a la imprudencia y descuido fatales del cónsul general de Cerdeña en Alejandría, P. Cerruti (G. Massaia I En cambio, mons. De Jacobis y otros misioneros lazaristas señalan como culpable, sin nombrarle por caridad, un europeo que por afán de lucro interceptó esta correspondencia, mientras que el capuchino Giusto da Urbino y el citado W. Schimper escribieron que, según voz corriente en Adua, este europeo era nada menos que Antoine d'Abbadie, el famoso promotor de la misión entre los Gallas (véase más adelante nota 64): SC Africa centrale vol. 5 f. 40'-45v; S. Pane 613-615. La gravísima acusación, que conocía mons. Massaia, nos parece infundada, ya que el mismo Massaia no escatima en sus Memorias las alabanzas a la piedad e integridad del d'Abbadie, a quien él mismo llevará a París en 1881 las insignias de Comendador de la Orden de S. Gregario Magno. 346
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