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La delegación a Roma en 1841 impuesta a Ubié al aceptar la guía material de la embajada, con evidente finali– dad apostólica. Entre tanto la S. Congregación, que había recibido varias cartas de excusas y explicación de De Jacobis y de varios cónsules europeos en Egipto, preparó una relación para el Santo Padre sobre la historia de estos tres primeros años de la misión de Abisinia, y que terminaba con estas nueve reflexiones: 1) Es indispensable que mons. De J acobis haga constar a todos haber sido to– talmente ajeno a la introducción del abuna, como ya lo exteriorizó al encar– garse de guiar la embajada; 2) Procure cautivarse el ánimo del abuna, ase– gurándole que su autoridad, en vez de disminuir, se aumentará si realiza la deseada unión con Roma; 3) Se haga constar el particular interés de la S. Sede, en todos los tiempos, por la conversión de Abisinia; 4) Se podría tener alguna conferencia con los más doctos de la delegación sobre los medios más aptos para facilitar la conversión, o al menos para obtener el libre ejercicio de la fe católica; 5) Además de la Instrucción ya enviada sobre el misterio de la Encarnación, difundir en Abisinia los sanos principios sobre la necesidad de seguir la única y verdadera fe y separarse del patriarca monofisita de Ale– jandría; 6) Si Su Santidad lo cree conveniente, dar una respuesta a la carta de Ubié, traída por la delegación, para afeccionado más al catolicismo; 7) Proveer a mons. De Jacobis de regalos para Ubié y para los jefes de los mon– jes, de autoridad e influencia no inferiores a las del abuna; 8) Hacer admirar a la delegación no solo el esplendor de las iglesias de Roma, sino también sus instituciones, especialmente las escuelas y colegios, los hospitales y las bibliotecas; 9) Usar de la máxima condescendencia con los que se conviertan 5 • Como se ve, es una serie de directivas realísticas para encauzar correctamente la nueva misión abisinia y asegurar su desarrollo en un clima que se esperaba fuera al menos de una coexistencia pacífica. Al regresar con la delegación a Massaua en abril de 1842, De J acobis encontró a Abisinia enzarzada en una guerra civil declarada por Ubié contra el ras Alí de Amhara; el abuna había ya repartido por igual sus terribles anatemas, que tanto sobrecogían al pueblo, contra la misión católica y contra los enemi– gos de Ubié. La persecución contra los católicos había de durar, con mayor o menor virulencia, hasta 1889: primero como empresa personal del abuna Salama, con la pasividad o íntimo pesar de sus protectores Ubié o Alí; desde 1855 como punto obligado del programa de unidad nacional, política y reli– giosa, implantado por el emperador Teuodrós (Teodoro) II y proseguido 5 Ibid. vol. 4 (1841-1847) f. 95'-102v; también en Summarium Additionale de la causa de beatificación y canonización (Roma 1935) 20-30. Sobre esta embajada o delegación, cf. C. Karalevskij, Le Vénérable Justin De Jacobis et la reprise des relations entre Rome et l'Éthiopie au milieu du XIXe siecle (1839-1 In: Roma e ]'Oriente XVIII (Roma 1919) 28-36; L. Betta, I1 B. Giustino De Jacobis, prefetto apostolico dell'Etio– pia. In: Annali della Missione LXVIII (1961) 154--206. 343

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