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Los problemas de la Misión de Etiopía a Adua (Tigré) el 3 de marzo de 1838. La S. Congregación legalizó la fun– dación elevando (10 de marzo de 1839) la misión a prefectura apostólica, que encomendó al lazarista Giustino De Jacobis, futuro beato 1 . No obstante los entusiastas informes de Sapeto sobre una inminente conversión fácil y casi global de la Abisinia monofisita, la Congregación no descartó la posibili– dad del rebote de la persecución endémica en los siglos anteriores 2. Antes de que De Jacobis llegara a Etiopía, en la sesión general del 17 de junio de 1839, el ponente card. G. Brignole señalaba los tres factores históricos, aún subsis– tentes, de las anteriores persecuciones: el implacable odio nacional contra los misioneros de Roma, el máximo poder del clero y monjes disidentes, la influencia casi insuperable del patriarca copto de Alejandría; y sugería la misma táctica empleada para salvar las perseguidas misiones de China: fijar un lugar extraterritorial vecino, Aden o Socotra, para refugio de misioneros y fieles huidos, como Macau lo fue para China; usar de indulgencia en la ordenación de los sacerdotes nativos, con tal que supieran leer suficiente– mente el latín, un remedio que había traído una ventaja increíble para la con– servación de las misiones en China; encuadrar la nueva misión de Abisinia en el vicariato apostólico copto-católico de Egipto y servirse preferentemente de este clero para iniciar y extender el apostolado en Etiopía 3 • En una relación « verídica " pedida por la Congregación, De J acobis declaraba desde Adua el 28 de febrero de 1840 que, aunque tolerado, no veía por nin– guna parte el menor síntoma de conversiones 4 • Apenas un año más tarde, por una trágica fatalidad, el santo apóstol se veía personalmente implicado en un suceso del que se originaría la persecución de su misión. En enero de 1841 el dayach Ubié, soberano del Tigré, obligó a De Jacobis, como euro– peo protegido por Francia, a hacer de guía de la delegación abisinia enviada a El Cairo para pedir al patriarca copto de Alejandría el nombramiento del metropolitano o abuna de Abisinia, autoridad más bien nominal pero símbolo de la unidad religiosa nacional. La elección del abuna, en la que, naturalmente, De Jacobis no tomó parte alguna, resultó una farsa: por 10.000 táleros el patriarca entregó a Etiopía un abuna egipcio, jovenzuelo tuerto y vicioso, ex-alumno de los metodistas, y de ideas religiosas confusas o nulas, que en la consagración tomó el nombre de Salama. Conluido este triste asunto, De Jacobis prosiguió con la mayoría de los delegados hacia Roma, condición 1 Sobre esta fundación y sus antecedentes d. L. Betta, Fondazione della missione lazzarista in Abissínia (Ú38). In: Annali della Missione LXII (Roma 1955) 274-316. 2 Cf. Metodio Carobbio da Nembro, Martirio ed espulsione in Etiopía. In: Sacrae Congregationis de Propaganda Fide memoria rerum, vol. I/1 624-649 (artículo publi– cado también con otro título en Collectanea Franciscana XLI [Roma 1971] 315-339); Idem, La missione etiopica ne! secolo XVIII. In: Sacrae Congregationis ... vol. II 463--495. 3 Acta vol. 202 (1839) f. 148v. 4 SC Africa centrale - Etiopía - Arabia vol. 3 (1721-1840) f. 732'-733'. 342

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