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Los problemas de la Misión de Etiopía de conmover a las potencias europeas para una intervención eficaz en Etiopía. Biógrafos y políticos de la era fascista han deformado la verdadera figura del apóstol de los Gallas, al presentarle y ensalzarle como el pionero del impe– rio colonial italiano y como hombre más político que misionero; pero lo cierto es que mons. Massaia no buscó ni deseó para su misión la protección del gobierno sectario de Vittorio Emanuele II. Cuando en 1857 el gobierno Cavour le sondeó sobre la posibilidad de firmar tratados comerciales con los estados del sur, asegurándole explícitamente que se miraba a asegurar la máxima libertad religiosa de los católicos de Etiopía, mons. Massaia hizo observar que era prematuro hablar de tratados, porque la única vía para hacerlos posibles y eficaces era preparar primero aquellos países por medio del apostolado 41 ; aconsejó que el gobierno se dirigiera a mons. De Jacobis, en cuyo territorio misional estaban los verdaderos dueños del país; él, por su parte, delegó a su vicario, el saboyano P. Léon des Avanchers, para que presentara el proyecto de Italia a Negussié, ya en negociaciones con Fran– cia42. En su segundo viaje a Europa (1864-1866), se dirigirá exclusivamente a Francia para intentar de nuevo la salvación de la misión lazarista « por las vías diplomáticas », y presentar al gobierno ciertas propuestas de Teuodrós II, relativas, sobre todo, a la cuestión de los prisioneros ingleses en su poder 43 • Desde 1868 Menelik retuvo a su lado a mons. Massaia como precioso conse– jero, incluso de política interior y exterior. En 1872, solicitado de nuevo por el gobierno italiano para facilitar los contactos con el rey del Shoa, prometió hacer,, todo lo posible por el honor de nuestra patria » 44 ; pero, en realidad, toda su intervención consistió en traducir la carta de Menelik para el rey de Italia y escribir en propia persona a éste, recomendándole, sin mucho entusiasmo, la delegación etíope, que también recomendó, con mayor gusto y esperanzas, al Santo Padre 4 5 • Enterado al regreso de la delegación que desde setiembre de 1870 el papa no era más que un prisionero en el Vaticano, se apresuró a presentar por escrito a Pío IX su adhesión y las más sinceras excu– sas por la forzada intervención en el asunto de la delegación 46 . No volvió a interesarse más por los tratados, políticos o comerciales, que siempre reputó « fuegos fatuos e ilusiones de un momento » 47 . En cambio, procuró la pro- 41 G. Farina 236, 252 s; E. Martire 332, 338-434. 42 G. Farina 212-214, 224-228, 252 s; E. Martire 313-315, 322-326, 338-343. 4 J G. Farina 272; G. Massaia VII 45, 62, VIII 5, 24 s. 44 G. Farina 297. 45 G. Farina 294-298, 387 s; E. Martire 385-393; G. lvfassaia X 12-21; E. Cozzaní II 258-277. 46 Original en SC Africa centrale vol. 8 (1871-1880) f. 169r-17or; publicada en G. Massaia X 21 nota 1, y en E. l'vfartire 396 s. La carta, sin fecha, fue contestada por la Congregación el 19 de enero de 1874: Lettere vol. 370 (1874) 13". 47 G. Massaia VIII 150. En el asunto de la misión comercial del francés P. Arnoux 352

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