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534 ENRIQUE RIVERA naturaleza» pues, de maravillar que algunos de los procedimientos utilizables en el análisis literario puedan servirnos igualmente en la inter– pretación honda de la vida del Santo. Abrimos este estudio con una reflexión que desearíamos fuera des– autorizada pero que hoy se impone a nuestra conciencia inquisitiva. Nos referimos a esa cierta falta de sincronización entre las biografías de San lo mismo de toda nuestra hagiografía en general- y de los actuales métodos históricos. Cultivan estas hagio– casi exclusivamente el método histórico-crítico, vigente en el plea– mar del positivismo del siglo pasado, pero hoy ampliamente rebasado por otros """"~~~ aunque se le reconozca su indiscutible valor y eficacia. Todavía muchos historiadores de la vida del Santo no han tomado con– ciencia de que si hubo una Crítica de la Razón Pura en el siglo XVIII para encuadrar en sus justos límites la ciencia moderna, la filosofía de \V. Dilthey, a fines del siglo pasado, supuso someter a crítica la gran historiografía positivista, cuyo patriarca fue L. von Ranke. No niega W. Dilthey méritos a esta historiografía. Pero la declara radicalmente in– suficiente. La raíz de su insuficiencia la halla en que el método histórico– crítico, de modo más o menos consciente, se halla bajo el impacto de las ciencias de la naturaleza, cuyos métodos quiere aplicar a la vida del espíritu. Las ciencias de la naturaleza buscan los agentes de un deter– minado proceso, los condicionamientos que lo motivan. Aplicada esta con– cepción al hecho histórico es lógico que en virtud de las exigencias del método positivista el historiador inquiera, en el devenir histórico humano, los agentes que genéticamente han motivado el proceso . W. Dilthey, sin ser capaz de superar plenamente este positivismo desde el que razonaban los historiadores de la época, rompe con el predominio de la causalidad eficiente para señalar que ésta es sólo válida en las cien– cias de la naturaleza, pero en modo alguno en las ciencias del espíritu. Nace con W. Dilthey la célebre distinción entre «Naturwissenschaftem> -Ciencias de la Naturaleza- y «Geisteswissenschaftem> -Ciencias del Espíritu-. Se han hecho mil reparos a esta distinción. Sin embargo, los mejores historiadores motivan hoy sus razonamientos históricos desde esta distinción. Es que al lado de los agentes que subraya el método positi- :i M. MENÉNDEz PELAYO, Estudios y discursos de crítica histórica literaria, II (Edic. Nac. t. 7) Santander 1941, p. 87. 4 Desarrolla este tema especialmente en su obra, Introducción a las Ciencias del Espíritu, trad. esp. por E. lMAZ, México 1944, p. 11-143.
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