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POSIBLE APORTACION DE METODOS FILOSOFICOS 553 El vocablo «simpatía» se ha egoistizado en el lenguaje al uso. Su sentido originario nos lo da la Real Academia al decirnos que se origina del latín «sympathia», que a su vez deriva del griego «sympatheia» y significa comunidad de sentimientos. Nos agrada sobremanera esta defi– nición. Por San Pablo ya sabíamos que hay almas tan nobles que gozan con los que se alegran y lloran con los que están tristes (Rom. XIII, 15). A este sentimiento tan humano y tan cristiano el análisis fenomenológico y existencial lo llama «simpatía». Es el segundo momento del intimar que completa al primero. En verdad, si por la impatía nos introducimos en el alma ajena, por la simpatía hacemos nuestras sus propias vivencias. Por nuestra vida familiar sabemos lo fácil que es a la madre tierna intro– ducirse en el alma del hijo, sentir con él la alegría de los días de alza y alborada, y la tristeza de los amargos y de negra pesadez. Esta re– flexión nos dice que todo aquel franciscanista que quiera penetrar en el alma del gran Santo a quien estudia, debe cultivar esta simpatía que el instinto materno logra sin el menor esfuerzo y con extraordinaria pers– picacia . Al llegar aquí en nuestra reflexión una pregunta nos viene a la mente. Entre la multitud de biógrafos de San Francisco, ¿cuántos han tenido la capacidad y la fortuna de «intimarn con él? Nos permitimos radicalizar aún más la pregunta: ¿cuántos han sentido este tema como primario y fundamental en una vida de San Francisco? Responder a ello daría asunto importante para un libro. Por nuestra parte baste por el momento -vol– veremos sin duda sobre ello- haber propuesto cuestión tan fecunda y prometedora. No queremos, con todo, concluir estas reflexiones sin recoger la lec– ción que nos da un bello relato de nuestro romancero. Va de pesca la mañana de San Juan el Conde Arnaldos. En un momento de ojeo ve venir hacia la costa un pequeño bajel engalanado, que tiene velas de seda y por jarcia un cendal. El marinero piloto que lo guía viene cantando una canción que encalma las olas, que amaina el viento, que hace subir del hondo a los peces y posar en el mástil a las aves. Entonces el Conde Arnaldos se dirige al marinero para pedirle que le enseñe su entusiasta canción. Pero el marinero no quiere acceder a ello. Este es el motivo que alega: «Yo no digo mi canción - sino a quien conmigo va». La obra la simpatía, clásica sobre este tema es la de MAX SCHELER, Esencia formas de esp. de J. GAos, Buenos Aires 1957.
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