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550 ENRIQUE RIVERA libertad creadora tiene ante sí unos valores que le fascinan y que quiere apropiárselos. Estos valores han recibido frecuentemente el nombre de «ideales>>. Una aplicación de este análisis a la vida de San Francisco nos dice que su libertad creadora iba en pos de unos sacros ideales. H. Felder los ha estudiado en bello libro que lleva por título: Los ideales de San Francisco Tenemos, sin embargo, que advertir que, pese a los logros de este benemérito libro al que tanto debe la formación franciscana del que esto se mueve éste casi exclusivamente en el plano de la mera constatación histórica, de cómo San Francisco aceptó estos ideales y trató de realizarlos. Son las fuentes las que hablan. Pero no se intenta dar una interpretación vivencial, lograr una intuición comprensiva, llegar, en una palabra, a la intimidad del Santo. Excelente libro como punto de partida por constatar con rigor histórico multitud de sucesos íntimos de la vida de San Francisco, no lo es en modo alguno desde el plano actual de los análisis de la conciencia. Sin duda alguna, el autor ha tenido el primer requisito para llegar a intimar con San Francisco: el amor y la veneración hacia el Santo cuyos ideales da a conocer. ¿Qué le falta en– tonces? Pensamos que a ésta y a otras obras beneméritas del francisca– nismo de este siglo les ha faltado esa mirada todo sosiego y entrega por la que se penetra en lo más recóndito de una gran personalidad. Les ha faltado percibir con penetrante autognosis las «vivencias» del alma de San Francisco. Les ha faltado el dominio y el uso de los mejores métodos de la analítica existencial de nuestro siglo. Anotamos con detención que la palabra «vivencia» -Erlebnis- se toma aquí en el sentido riguroso que ha recibido en la fenomenología actual. Por ella se significa, no una experiencia cualquiera de nuestra vida inte– rior, sino una experiencia emocionante y totalitaria. Por ser emocionante, se requiere que los resortes más íntimos de nuestra vida interior vibren en ella. Por ser totalitaria debe afectar a la totalidad de la conciencia, no a un determinado campo de intereses íntimos. Es de notar que la mayor parte de los actos que llamamos conscientes vienen realizados en la peri– feria de nuestra intimidad. La vivencia, por el contrario, afecta a la íntima estructura de ésta a la que remueve íntegramente. ~• H. FELDER, Die Ideale des hl. Franziskus von Assisi, Paderborn 2 1924. Hay trad. esp. de P. POL!CARPO DE IRAIZOZ.

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