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548 ENRIQUE RIVERA cuestión en la que ahora no es posible entrar. Lo que sí queda en claro es que el doctor seráfico no tuvo reparo en enfrentarse con el plan de Dios sobre San Francisco. Ello quiere decir que el tema es insoslayable en una vida profunda del Santo. Y si fuéramos capaces de rastrear el plan de Dios sobre San Francisco, habríamos dado con una de las claves de su incomparable existencia. Un peligro acecha a esta búsqueda del sentido de la vida del Santo desde las posibles ingerencias humanas en la misma. Aquí la tesis pro– testante ha sido tenazmente atrevida al afirmar que la Iglesia impuso a Francisco que él nunca deseó, pues no era su camino. Un fin externo y calculado vendría a imprimir el marchamo a un movimiento que brotó sin cálculo alguno de la intimidad del Santo. La ingerencia política ecle– sial llegó, esto, a falsear la ingenua creación franciscana. El sen– tido histórico de la vida de San Francisco consistiría en haber perdido su propio y genuino sentido. ¿Qué historiador serio puede desentenderse de este gravísimo problema histórico? Finalmente, el sentido de la vida de San Francisco debe, ante todo, ser determinado por lo que el Santo se propuso conseguir y de hecho consiguió. Con esto que se ha de tener muy presente, aludimos a que en modo alguno se ha de confundir a San Francisco con su obra. El mismo se no en la obligación de venir a ser ejemplo para sus hermanos. Pero que cada detalle de su vida tuviera una réplica en la colecti- vidad. Es, pues, necesario distinguir en la vida del Santo una doble fina– lidad y precisar con las fuentes en la mano el sentido de esta vida como vivencia personal del mismo, y como mentor de una obra de la que se sentía responsable ante Dios y ante la Iglesia. Para conocer el sentido que dio San Francisco a su vida íntima, son sus escritos el hontanar puro donde podemos beber la mejor agua. Afor– tunadamente el Santo no ha sido parco en señalar la trayectoria que quiso dar a su vida. Por otra parte, los valiosos estudios que en estos últimos años se han publicado sobre sus escritos, nos han puesto en la vereda segura para llegar a esta meta. Por lo que toca a su obra hay que centrarla en la vida íntima de la Iglesia. Esta se ha definido a sí misma como sociedad «semper reforrnan– da:». Pero Yves M.-J. Congar nos advierte desde el frontis de conocida obra que se dan «verdaderas y falsas reformas de la Iglesia». Cómo actúa la obra de San Francisco en esta preocupación perenne de Reforma, ínsita

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