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POSIBLE APORTACION DE METODOS FILOSOFICOS 543 siglo XIII la propagaron los «cátaros» -los puros-. Esta doctrina, extra– ña totalmente al Cristianismo del que fue la sombra durante largos siglos, implicaba un rompimiento total con sus más fundamentales enseñanzas 17 • San Francisco respiró este ambiente pero no quedó contaminado. Unas páginas, en gran parte sin escribir, pero que serían de las más bellas sobre San Francisco, nos deben hacer sentir este gran hecho histórico de la vida del Santo. Pese a las incontables referencias sobre la acción de San Francisco frente a la herejía, la obra definitiva sobre este gran tema resta aún por escribir. 3. Circunstancia cultural Un simple pasar las hojas a los pequeños y densos volúmenes del historiador danés, Valdemar Vedel, Ideales de la Edad Media nos mues– tra la riqueza de contenido cultural de esta época. Toda esta vida cultural halló más o menos eco en San Francisco. Pero nos queremos referir exclu– sivamente a dos manifestaciones de esta cultura que Vedel expone en los primeros volúmenes sin la suficiente distinción. Estas dos manifestaciones son el espíritu caballeresco y los cantos de amor de los trovadores. Enla– zados continuamente estos dos ideales en los siglos medios tienen, sin embargo, un origen y un sentido muy diverso. El ideal caballeresco pone en relieve la vitalidad del hombre de la edad media, que se siente con sangre de héroe al servicio del Cristianismo contra los infieles y en de– fensa del necesitado. Los cantos de los trovadores acusan una textura más pagana, pero bajo el influjo del ideal cristiano llegan a transformarse en un erotismo «a lo divino». Es antihistórico exponer ambos elementos culturales de un modo mez– clado y confuso, como es el caso de Vedel en los primeros volúmenes de su obra. Acaece casi siempre lo mismo al exponer el reflejo de estos idea– les en la vida San Francisco. No se toma conciencia de su distinto origen y de su diversa significación. No hace falta ponderar que San Francisco se entusiasmó con los ideales caballerescos y que los cantos de los tro– vadores inundaron su alma de indudables delicias íntimas. Ante ello, algu– nos historiadores, como H. Felder y L. Casutt, ponderan más bien el aspee- 11 Para una visión panoram1ca del tema véase lLARINO DA MILANO, La eresie me– dioevali (sec. XI-XV), en Grande Antología filosofica, Milano 1954, IV, p. 1599-1690. '.18 VALDEMAR FEDEL, Ideales culturales de la Edad Media, trad. esp., 4 vol., Barce– lona, Edit. Labor, 1925-1931.

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