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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA 95 de su cara, porque son gente rebelde. Diles lo que yo te diga: oígantie o no te oigan, porque son muy rebeldes. Tú, hijo de hombre, escucha lo que yo te digo, no seas tu también rebel· de, como la casa rebelde. Abre la boca y como lo que te presento. Miré y YÍ que se tendía hacia mí una mano que te– nía un rollo. Lo desenvolvió ante mí y vi que estaba escrito por delante y por detrás, y lo que en él estaba escribo eran lamentaciones, elegías y guayes¡¡ (Ez., 2,6-9). Y me dijo: 11Hijo de hombre, come eso que tienes delante; come ese rollo y habla luego a la casa de Israel. Yo abrí la boca e hízome él comer el rollo, diciendo: «Hijo de hombre, llena tu vientre e hincha tus entrañas de este rollo que te presento. Yo lo comí y me supo a mielesn. Luego me dijo: ((Htio de hombre. ve, llégate a la casa de Israel y háblales mis palabras)) (Eze· quiel, 3,1-4). Esta escena significattiva halla ampliación perfecta en la predicación del sacerdote. Nos demuestra que todo aquel que ha recibido la sublime y grave misión de anunciar la palabra de Dios, debe antes abrevarse en el manantial primero, la Biblia, compenetrarse e impregnarse plenamente para poder luego transmitirla a los demás. Sólo entonces podrá estar se· guro de que su predicación será fructífera y eficaz. Artírnlo Ill.-En el aspecto pastoral EL, SACERDOTE ES MÁRTIR POR EXCELENCIA DE CRISTO Según los Hechos de los Apóstoles, el Apóstol es un ele gido que tiene por misión ser mártir, testigo de (1. 8. ~1-26). Proclamando hasta los confines de la tierra que Jesús

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