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PROLOGO "PoR Los CAMINOS DEL SEÑOR". Así se titula una obra que escribió no ha mucho el autor de la presente (1). En ella nos describe el Padre Carlos su viaje al país de Jesús. Con los co– nocimientos bíblicos de especialista en Sagradas Escrituras y con la pluma ágil de periodista moderno, el autor nos hace "ver" -o siquir:ra soñar--cómo es hoy y cómo fué en los tiempos de Jesús aquella estrecha franja de tierra, agreste y montaraz las más veces, desértica otras, acariciadora algunas (¡oh, recuerdos de Belén y orillas del lago de Tiberíades!) y espiritualmente an– helada siempre, donde resonaron principalmente los ecos de la palabra de Dios y donde se desarrolló la vida y la obra de Cristo, Verbo o Palabra de Dios. Verdad es que las divinas comunicaciones, base de nuestra religión revelada, comenzaron fuera de Palestina. Iniciáronse ya-sin que se sepa dónde-en los albores de la humanidad. Quizá después de cien mil mfos y más, esas locuciones divinas fueron renovadas a los patriarcas en !vfesopotamia y Canaán, y más tarde a Moisés en el Sinaí. Pero fué el pueblo de Israel el primer depositario oficial de esa revelación y fué en Palestina, asentado ya en ella el pueblo escogido, donde se organizó la vida y la historia de este pueblo, donde se oyeron los acentos de los profetas, donde nació la esperanza en el futuro Cristo, donde el Logos divino, el Hijo de Dios ya encarnado en el seno de María Virgen, había de sembrar la semilla de su palabra. Y esta pala– bra, llevada después por sus discípulos, también israelitas, al mundo grecorromano, inyectaría en la civilización que hoy lla– mamos occidental el sentido sobrenatural, cristiano, del hombre y del mundo. (1) FR. CARLOS DE VILLAPADIERNA, o. F. M. CAP.: Por los caminos del Señor (Madrid, Ediciones Studium, 1955), 192 págs.

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