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P. CARLOS bE Vi:LLAPADIERNA QUEJAS DE LOS PROFETAS CONTRA LOS SACERDOTES Más de una vez las palabras amargas de los profetas po– drían también aplicarse a los sacerdotes de hoy: «También contra vosotros me querello, oh sacerdotes-dice Dios por el profeta Oseas-. Tropezarás en pleno día y contigo tropeza– rá también el profeta, y la noche seráJ semejanza de tu día. Perece mi pueblo por falta de conocimiento ; por haber re– chazado tú el, conocimiento , te rechazaré yo a ti del sacer– docio a mi servicio ; por haber olvidado tú las enseñanzas de tu Dios, yo me olvidaré de tus hijos» (Os. 4,4-6). Por Malaquias repite Dios la misma queja: «... los labios de los sacerdotes han de guardar la sabiduría y de su boca ha de salir la doctrina, porque es un enviado de Yavé Sebaot. Pero vosotros os habéis apartado del camino y habéis hecho tropezar a muchos en la Ley, y habéis pervertido el pacto de Leví, dice Yavé Sebaot. Por tanto, también yo os he hecho a vosotros despreciables y viles para todo el pueblo, a la me– dida en que vosotros no habéis seguido mis caminos ni ha– béis tienido en cuenta la Ley>l (2,7-9). El sacerdote es el poseedor de la fe y de la revelación que en el campo de la teología, de la Escritura, de la moral y de la filosofía no puede asimilarse sino con, intenso estudio. Si el sacerdote no es hombre de estudio, capaz de penetrar el tesoro de verdad que posee, vivirá como un descentrado, como un profesor que no sabe la materia. Y no hay mayor escarnio para un sacerdote que el de no sentir afición hacia lo que debe constituir la obligación diaria de su vida. Desde el principio la Iglesia ha hecho de la Sagrada Es– critura el libro de texto y el manual de educación de sus es– critores ministros. Las célebres escuelas de Alenjandría y

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