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P. CARLOS DE VILLAPADIERNA la persona de Jesús en toda su luminosa ejemplaridad. Por eso el sacerdote está obligado a convertir en realidad vi-vien– te el lema de San Gregirio Magno : «Aprende a conocer el corazón de Dios en la palabra de Dios para que con más ardor aspires a las cosas eternaS.ll El corazón ardiente de Cristo es lo que deben buscar los sacerdotes en su lectura asidua y re– posada de las Sagradas Letras. Esto es lo que quiere el Ro– mano Pontífice Pío XII al mandar a los profesores de exé- que «propongan el llamado sentido literal y, sobre todo, el teológico, con tanta solidez, explíquenlo con tal campe, tencia e íncúlquelo con fal ardor que, en cierto modo, sus alumnos experimenten lo que los discípulos de Jesucristo que iban a Emmaús, los cuales, después de oídas las palabras del Maestro, exclamaron : ¿No es cierto que nuestros corazórl se abrasaba dentro de nosotros mientras nos descubría las Escrituras? De este modo las Divinas Letras sean para los futuros sacerdotes de la Iglesia, por un lado, fuente pura ·Y perenne de vida epiritual de cada uno, y por otro, alimenfo y fuerza del sagrado cargo de predicar que han tomado a ·su cuenta» («Divino afflante Spiritu»). LA BIBLIA DEVOCIONARIO PREDILECTO DEL SACERDOTE La Biblia debe ser el devocionario predilecto del sacerdo– te ; en ella encontrará oraciones apropiadas para todas las situciones de su espíritu. Los mismos autores sagrados han bebido, en multitud de casos, en los escritos de sus antece– sores, las ideas de meditación tranquila y sapiente. Así. por ejemplo, las primeras páginas del Génesis alimentan la inspi

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