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LA BIBLIA Y EL SACERDOTE Si la Biblia ha de ser el libro predilecto del cristiano, con mayor razón ha de convertirse en compañero mseparable del sacerdote. Enjundiosas y decisivas son a este respecto las palabras de Benedicto XV en la encíclica ((Spiritus Paraclitus)): <<='-Tas si en todos los fieles requiere San Jerónimo afición a los Libros Sagrados, de manera especial exige esto en los que han pues– to sobre su cuello el yugo ele Cristo)) y fueron llamados por Dios a la predicación ele la palabra divina. Así se dirige San Jerónimo a todos los clérigos en la persona del monje Rús– tico: <<_Mientras estés en tu patria, haz de tu celda un paraíso ; coge los frutos Yariados de la Escritura ; saborea sus delicias y goza de su abrazo ... Nunca caiga de tus manos ni se apar– te ele tus ojos el Libro Sagrado; apréndete el Salterio palabra por palabra, ora sin descanso, vigila tus sentidos y ciérralos a los vanos pensamientos.n CONSEJO DE DIOS A JOSUÉ Después de muerto Moisés, sobre los montes de Moab, Dios ordena a J osué que levante las tiendas y emprenda el paso del J orclán. Entre las normas de gobierno dadas por Dios al nuevo caudillo del pueblo escogido hay una aplicaf>le a los sacerdotes ele todos los tiempos : «Que ese libro de la

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