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72 EL MENSAJE DE LA BIBLIA los fieles no pueden ni ver con sus ojos ni tocar con sus manos?» Desgraciadamente existen aún hoy bastantes prejuicios en– tre los católicos, tanto por parte de los sacerdotes, que, ante las ansias de los propagandistas de introducir la Biblia en la vida espiritual ele los fieles, se encogen escéptica y cobarde– mente de hombros, evitando complicarse la existencia, pri1an– do así a sus feligreses de los inmensos tesoros del Antiguo y del Nuevo Testamento, como por parte¡ de los fieles, que ignoran la gran utilidad proporcionada por la lectura de las páginas sagradas. La imitación de Cristo de Tomás de Kempis, el mejor li– bro espiritual de la Edad Media y el ((Solo libro religioso que, además de la Biblia, es común a las dos confesiones, coloca a la Biblia muy cerca del Santísimo Sacramento y la propone como fuente de luz., de fuerza, de consuelo». No cabe elogio mayor del Libro Sagrado. Leamos la Biblia, pues su lectura, en frase de San Juan Crísóstomo, «es un bien inmenso)), y como añade Hugo de San Víctor, ((le modela según la image11 de Diosll. Es el libro que guarda el designio de Dios sobre la humanidad; en él aparece delineada en profecía la ley que ri gió la historia antes de Cristo y el principio que ha de gober nar los destinos del mundo hasta el fin. Artículo 11 l.-- La Iglesia nos inúta a su lectura La enseñanza del Magisterio de la Iglesia acerca de la uti lidad de la lectura de la Biblia abunda en recomendaciones lu minosas y claras. Como decía León XIlI en la encíclica ((Pro videntissimus Deus)), la Iglesia Católica «ha hecho siempre co rrer hacia sus fieles manantiales salutíferos dr, la divma EscrituraH. El Concilio de Trento fundamenta así las medí

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