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.P. CARLOS DE VILLAPADIERNA lomas, del lago y la montaña; una historia de pecadores, de pequeños industriales, de ciegos, de soldados y de pescado– res ... Estos hombres del pueblo son elevados y colocados jun– to a Herodes, Caifás y Pilatos. Las azadas y los rastrillos de los paisanos, las redes de los pescadores o los cántaros de las aguaderas jadeantes tienen para Jesús el mismo significa·• que el cetro de oro del Emperador Romano, la púrpura de los reyezuelos, la tiara del Sumo Sacerdote o el empaque del Procurador de la metrópoli. La Biblia, pues, está enraizada en el transfondo rico y variado de la vida popular. Así la Biblia es tan querida y tan cálida a las gentes de buena voluntad, libro siempre nuevo, ((antiguo, sencillo, humilde como la Naturaleza, tan natural como ella misma ; un libro que se presenta diariamente como el sol que nos calienta y el alimento que nos nutre ; un libro que nos mira y nos bendice. Quien ha perdido a Dios puede encontrarle en la Biblia. Quien no ha conocido jamás a Dios, la luz de la palabra divina, interpretada por la Iglesia roma– na, le puede indicar el camino seguro, porque la palabra de Dios es-en frase del profeta Jeremías-fuego que quema y alumbra y martillo que tritura la roca». PALABRAS SIEMPRE ACTU,\LES DE LACORDAIRE Y TOMÁS DE KEMPIS El P. Lacordaire, en ((Cartas a un jovell)J, le pregunta: (< ¿ Qué lugar deben ocupar las Escrituras en vuestra vida de cristiano? ¿Permanecerán ellas cerradas? ¿ Las mirará ustea como un libro sellado que sólo el sacerdote tiene dere1-ho a abrir, como misterio del santuario, carta de la alianz:i. del Nuevo Testamento escondida tras los velos del templo y que

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