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LA LECTURA DE LA BIBLIA A rtículn l.-N ecesidad En la hoja de propaganda protestantt> ,(El Sembradorn leo la ~iguiente escena, delicada y em9tiva cíertamente, pero en la que se concede a la !Pctnra rle la Biblia una importanci:i desmesurada y errónea. «CRISTO, LA LUZ, ESTÁ CONMIGO .. ,ll «Hacia el fü1 del siglo pasado uno dP los indios llamados Pieles Rojas, estando muy enfermo, mandó llamar a un mi– sionero que años antes le había regalado una Biblia. Ecte. después de hacer largo viaje, llegó a encontrar al enferrnn acostado sobre una cama de helechos secos en una pobre cho za. Las mejillas hundidas, el cuerpo demacrado y un;: to~ angustiosa eran señales inequívocas de que al enfermo le que– daban pocos días de vida. A su lado, sobre las mantas que le cubrían, estaba la Biblia. Al ver entrar al misionero le saludó afectuosamente y, co– giéndole la mano, le dijo en el estilo típico de los Pieles Ro– jas: «Hombre blanco, envié a buscar ;1 usted, porque quiero comunicarle los deseos de mi corazón. Doy gracias a Dio, que usted me regaló esta Biblia hace muchos años, pues estt;

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