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1'. CARLOS DE VILLAPADIERNA 57 dres griegos como los latinos hacen de la Biblia el libro pre dilecto de reflexión, de estudio, de su mística y de su piedad. Descuellan entre ellos Origenes y San Atanasia entre loa griegos ; Tertuliano, San Agustín y San Jerónimo entre los latinos. En las escuelas de Alejandría y Antioquía la enseüan– za versaba casi exclusivamente sobre la interpretación y de– fensa del Sagrado Texto. EN LA EDAD MEDIA Esta misma preponderancia de la Biblia en los estudio::; aparece en la Edad Media. Como dice muy bien A. D'Ales en f:nitiation Biblique, (2.ª edición, páginas 910-912), «hubo una hora privilegiada en la historia de la Iglesia en la cual la ley de Dios fué ampliamente asociada a la ley del Estado y en la cual la Biblia, dada al género humano como instrumentio de su educación sobrenatural, fué reconocida de hecho como la constitución oficial de la sociedad humana. La Alta Edad Media vivió de esta gran novedad. Entonces se sabía poco, pero se pensaba cristianamente. Nada había menos extraño para tstas almas alimentadas con la Biblia que la idea de Dios del derecho de Dios. No solamente los hombres de la Igle- sino los hombres de Estado oían que eran ministros dt· Dios para el bien de la salvación y no se maravillabam,. Lo~ ejemplos abundan. Un poco arbitrariamente citaremos tn.·~ personajes representativos: nn gran Papa del siglo vr, un gran obispo del 1x y un gran monje del ,~II. <<Durante su pontificado (590-604), San l\Iagno <lió al mundo el ejemplo de un gobierno ideal, paternal y fir me, regulado sobre el ejemplo del gobierno divino. Su obra :1s– cética y mística, toda ella rebosante de Escritura, m:.t

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